Esta vez me gustaría decirles cómo afectarán al futuro de la FCI nuestras acciones del año pasado. No digo que no sea importante resumir nuestros logros y explicar por qué hemos procedido de cierta manera, pero no sólo me gustaría hablar sobre nuestro futuro como organización internacional sino, lo más importante, sobre el futuro de nuestros perros en todo el mundo.

Durante el último año ha habido tres aspectos trascendentales: Cooperación y colaboración, innovación, y preparación para el futuro. Estos tres aspectos guiarán a nuestra organización durante el próximo año.

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Rafael de Santiago
Presidente de la FCI
Los perros en la carrera del espacio

Dedicado a todos los perros que han dado, dan y darán su vida por el hombre.

Antecedentes

Corrían los años cincuenta, era la época de las grandes potencias enfrentadas: la todopoderosa URSS y los orgullosos EEUU. Los soviéticos apretaban a los norteamericanos anunciando sus éxitos más propagandísticos que científicos, alentados por Nikita Sergueievich Jrushchov, conocido presidente de Rusia en todo el mundo como Kruchov. La guerra fría y el espionaje, así como la carrera armamentística y espacial eran algo del día a día en esa época.
Verdaderamente el primer animal en hacer su avanzadilla al espacio fue un mono llamado Albert en el año de 1948 (aunque llevaban ya casi una década experimentando con ellos en este sentido), vuelo suborbital al que no sobrevivió, pues los norteamericanos los usaron para probar la ingravidez y las aceleraciones en los primates por ser más parecidos a los humanos para prever posibles efectos sobre los futuros exploradores. Los rusos les pisaban los talones, no querían quedarse atrás pues el sonoro éxito del Sputnik el 4 de octubre de 1957, orbitando el planeta tierra en el espacio exterior, había que explotarlo propagandísticamente y por ello tomaron grandes medidas de seguridad para proteger en todo momento de posible espionaje y/o sabotaje.
El programa espacial soviético estaba encabezado por tres responsables del mismo Serguei Pavlovich Koroliov (ingeniero fundador del programa espacial), el doctor Vladimir Yazdovskiy encargado de la selección de los animales y el científico Olev Georgovitch Gazenko encargado del entrenamiento. El primero recibió el encargo del presidente Kruchov de rediseñar una copia del Sputnik para portar un contenedor presurizado que pudiese albergar a un ser vivo. El presidente quería que en menos de un mes se preparase todo para celebrar así el 40 aniversario de la revolución bolchevique.
El golpe sería doble: celebrar ante el mundo los fastos y mostrarle el poderío científico y tecnológico de la URSS.

Perros y no monos, mestizos y no de raza

Se usaron perros y no monos por parte de los soviéticos por varios motivos: el primero su barato coste, ya que eran animales callejeros, el segundo el que se podían entrenar mejor que los nerviosos primates, el tercero por poder aguantar periodos más prolongados de inactividad, el cuarto la capacidad de subsistencia de los perros vagabundos en circunstancias adversas es increíble y el quinto porque eran populares, era como si una parte querida por el pueblo ruso viajara representándoles.
Se les escogía de un modo muy selectivo; normalmente se optó por las hembras pues no necesitaban levantar la pata para orinar ya que estarían en un reducidísimo espacio. No podían tener más de 35 centímetros de altura, ni pesar más de 6 kilos, ni tener más de 6 ni menos de 2 años de edad, tener un estado físico y de salud óptimos y tener un carácter tranquilo.
Los animales normalmente eran capturados en el propio Moscú y se enviaban al Instituto de Investigación en Medicina Aeroespacial. Allí se escogían y entrenaban. Los que no superaban las pruebas eran sacrificados.
El top secret se impuso en todo ello, tanto era así que hasta los nombres de los perros estaban en clave. No se obtuvo alguna información hasta la disolución de la Unión Soviética.
Laika no fue el primer perro en volar, pero si la primera en realizar una órbita. Se lanzaron varios vuelos suborbitales con perros, los primeros fueron Dezik (blanco marfil) y Tsigan (blanco y negro) el 22 de julio del año 51. Los dos sobrevivieron convirtiéndose en los primeros seres vivos del mundo en retornar de uno de estos experimentos. Uno de ellos murió en una misión posterior.

Entrenamiento espacial

El entrenamiento que recibían era muy duro y estaba a cargo de Gazenko. El mismo se desarrollaba acostumbrando a los animales seleccionados, por las características que os expliqué en el apartado anterior, a permanecer en un pequeño habitáculo que eran compartimentos que se iban empequeñeciendo paulatinamente hasta llegar a uno que simulaba el que iba a ser su compartimento de viaje. Estaban desde unas pocas horas hasta 20 días, por lo que muchos animales tuvieron un deterioro físico importante y no completaron el entrenamiento.
Otra parte del entrenamiento era colocarles en la máquina centrífuga. En ella a altas velocidades se simulaban aceleraciones o fuerzas G que experimentarían los animales durante el vuelo. Esta prueba, en la que se monitorizaba a los perros, duplicaba el pulso de los animales y su presión sanguínea, respiraban más rápidamente y muchos llegaban a vomitar y a sufrir desmayos, era un muy duro entrenamiento que además se completaba con distintas vibraciones y movimientos bruscos para familiarizarles con el despegue y aterrizaje de la cápsula.

Laika, exploradora espacial

Se preseleccionaron a tres animales Laika, Albina (que ya había hecho dos vuelos supraorbitales) y Mushka (mosca), que recibirían un segundo entrenamiento más duro y adecuado a la nueva misión. Las tres hembritas se fueron habituando a alimentarse en la cápsula mediante un mecanismo especial y a los ruidos que producirían los aparatos en funcionamiento que acompañaban a la misma.
Laika, la perrita callejera de Moscú, tenía la apariencia de un terriercillo. Era parte del plantel de 12 perros que se entrenaron en el Instituto Experimental, que llevaban más de un año preparados para vuelos supraorbitales, aunque esta vez sería más duro. Al capturarla se le puso el nombre de Kudriavka (rizadita), aunque se le cambió pronto por el de Laika (ladradora), ya que este nombre es el de varias razas del norte de Rusia y Siberia y sonaba más patriótico. A ella la seleccionó 10 días antes de partir el doctor Yazdovskiy para ser la ocupante de la nave. Su suplente sería Albina y, en caso de fallar ella, Mushka.
Las perras fueron acostumbradas a usar un traje con arnés que restringía sus movimientos pero que les permitía acostarse, sentarse y moverse ligeramente hacia detrás y hacia delante que además protegería su piel. Les instalaron mediante cirugía unos sensores cerca de la arteria carótida, otros a la altura del corazón y una especie de faja alrededor de su pecho. Se las vigiló cuidadosamente para evitar infecciones tras la intervención. Las acostumbraron a tomar la comida y el agua dos veces al día y a realizar sus deposiciones en una bolsa situada tras ellas.
El habitáculo del animal era de 64 x 80 cm provisto de una tapa y ventanilla de inspección, de forma cilíndrica y aleación de aluminio. Tenía una equipación para medir temperatura ambiente y humedad, además de los monitores a los que se encontraba conectada la perra para estar informados constantemente de las constantes vitales. Si la temperatura subía de 15 º se activaría un sistema de ventilación que además mediante compuestos químicos absorbía la humedad excesiva y el dióxido de carbono.
Laika, dos años de edad aproximados y seis kilos de peso, conoció el egoísmo humano de primera mano. Kruchov tenía prisa y los ingenieros no pudieron dotar la nave de un sistema de retorno seguro, por ello los doctores solo le dejaron comida para una semana y, en la última, cierta cantidad de veneno para eutanasiarla y que la pobre no sufriera.
El doctor Yazdovskiy encariñado con la perrita por su mansedumbre y carácter el día antes de que la llevaran a la base de Kazajistán, el Cosmódromo de Baikonur, se la llevó a su casa a escondidas, para que sintiera el amor de una familia y jugó largo y tendido con los hijos del doctor, para darle algo que no conocía, el calor y el amor de una familia.
Partió Laika a su destino, estuvo tres días antes de despegar alojada en el habitáculo en el que había de navegar. Las bajas temperaturas hicieron que se le diese ayuda térmica para no dañar la salud de Laika antes de partir.
El 3 de noviembre de 1957 a las 5:30, hora de Moscú, partió hacia su viaje sin retorno. En un primer momento la perrita aumentó su ritmo respiratorio 4 veces más de lo normal, se duplicó su frecuencia cardiaca y a los 10 minutos sus constantes fueron casi normales, y tomó algo de alimento. Al alcanzar la órbita, la cápsula se separó con éxito, pero no tuvieron en cuenta que la fricción generaría más calor por lo que el sistema de ventilación se estropeó y la cabina alcanzó los 40 º en su interior, por lo que Laika sólo pudo sobrevivir entre 5 y 7 horas. Toda la verdad se supo en octubre del año 2002, en el Congreso Mundial del Espacio que se celebró en Houston (Texas) y este dato lo reveló Dimitri Malashenkov, que participó en todo ello.
La nave se convirtió en el féretro de Laika, que orbitó hasta el 14 de abril de 1958, durante 162 días, desintegrándose al contactar con la tierra. Recorrió más de 100 millones de kilómetros y orbitó la tierra unas 2400 veces.
Todo ello organizó un gran revuelo entre los amantes de los animales que, en organizadas protestas, se manifestaron ante las diversas embajadas de la URSS en el mundo, o la multitudinaria que hubo frente a la sede de Naciones Unidas. En Rusia, no se hablaba de Laika sino de la mala imagen que ello le creó a la URSS.
Kruchov se vió inundado de cartas de protesta de todo el mundo occidental.
La maquinaria soviética de propaganda política intentó borrar la mala imagen que supuso ante occidente el trato hacia la perra Laika y la sacralizó como héroe nacional en libros, juegos para niños, carteles, estampas fotos, cajas de cerillas etc., etc. en un totum revolutum entre el arte Pop de la URSS, la policía y la entronización de un perro mestizo, representante del pueblo soviético y las clases proletarias que mostraba en la cartelería callejera un perfil estilizado y arrogante. Se convirtió en un nuevo icono del comunismo ni más ni menos.
Los unos en occidente la usaron como un símbolo del martirio animal y le erigieron monumentos, los otros como un símbolo del bolchevismo y su triunfo en la carrera espacial, inaugurándole monumentos para acallar las voces de protestas occidentales. Quizás sea el perro que más ha sido homenajeado por el hombre, siendo el monumento más importante el dedicado a los conquistadores del espacio, donde ella se halla representada en un bajorrelieve explicativo, inaugurado en 1964.

Los otros perros cosmonautas

A pesar de las protestas de occidente, muchos perros fueron usados hasta el año 1966 para este tipo de pruebas y, de hecho, después fueron sustituidos por monos.
El 28 de julio de 1960, Lisichka (pequeño zorro) y Bars (pantera) murieron en el test de vuelo del Vostok que explotó en su lanzamiento. El 5 de agosto del mismo año, Belka (ardilla) y Strelka (flecha), junto a 40 ratones, 2 ratas y plantas, fueron lanzados y puestos en órbita el 19 del mismo mes, retornando el 20 con los animales sanos y salvos. Strelka pario 6 cachorros sanos y uno de ellos se le regaló al presidente JF Kennedy. El 1 de diciembre del mismo año, Mushka - una de las sustitutas de Laika - y Pchelka (abeja) murieron al reentrar en la atmósfera terrestre al reventar la cápsula espacial. El 22 de diciembre, siempre del mismo año, Damka (señorita) y Krasavka (bonita) tripulaban un vuelo orbital que se abortó y las perras sobrevivieron y retornaron sanas. En el año 1961, el 9 de marzo, viajaron Kernuschka (negrita), que fue recuperada sana y Zvezdochk (estrella) que viajó el 25 de marzo y fue igualmente recuperada sin problemas. En 1966 se produjo el último viaje, que se sepa, de los perros en el espacio, en el biosatélite Kosmos, Veterok (brisa) y Ugolek (carbón) estuvieron 22 días en el espacio y fueron recuperados felizmente, siendo estos dos últimos, los perros vivos que más tiempo han permanecido en el espacio.
Tras ello parece ser que no se experimentó más con nuestros amigos de cuatro patas. No puedo dejaros sin repetir textualmente la frase de Gazenko, entrenador de Laika y de otros perros espaciales refiriéndose a la pionera canina: “Cuanto más tiempo pasa, más lamento lo sucedido. No debimos haberlo hecho… Ni siquiera aprendimos lo suficiente para justificar la muerte del animal”; ello lo dijo en 1998, falleció en el año 2007, recordándola siempre.

Rafael Fernández de Zafra

Bibliografía

Soviet Space dogs de Damon Murray
Por los senderos del Universo del doctor Vladimir Yazdovskiy